La Primera Piedra

En estos días es casi imposible encender el televisor sin encontrarse con algún comercial, noticiero o programa que mencione la "crisis" y de inmediato nos ofrezcan algún producto a "muy bajos precios". La gente que entrevistan sobre cualquier tema se escuda o justifica en la "crisis", tenga o no tenga que ver con el asunto que le están preguntando; de hecho, casi todo lo bueno o malo que pueda pasar en estos días es a causa de la "crisis".

La verdad es que cuando veo todo eso, a veces, siento que a quien le va a dar una "crisis" nerviosa es a mí, porque la conducta incongruente de muchas personas puede sacar de quicio a cualquiera. Por ejemplo, se sabe que los precios de productos básicos de la canasta familiar ha subido de forma desmedida en este año, ha habido despidos masivos, el aumento al salario mínimo fue realmente mínimo y que aún falta la escalada de alzas típica de comienzo de año, no obstante, los almacenes y centros comerciales no tenían espacio para un cliente más entre los días 22 y 24. Las tarjetas de crédito relucían en manos de compradores que alegremente pagaban sumas significativas a plazos de 12 y 18 meses, lo cual quiere decir que comprometieron gran parte de sus ingresos de todo el 2009 y mitad del 2010 para comprar juguetes que en febrero ya estarán en la caja del olvido de sus niños. Y no es que esté en contra de dar regalos a los niños, lo que sucede es que no podemos educar bien a un hijo enseñandole que para comer y beber en festividades se utiliza hasta el último peso (y se pide prestado si es necesario) y durante el año se restringen otras cosas de mayor importancia o se acude a la prendería más cercana a empeñar el X-BOX que le regalaron en diciembre para completar para la renta o comprarle los útiles escolares.

Por ello es importante hacer un balance en este cierre de año y proyectar el 2009. Nadie está a salvo de sorpresas desagradables, por lo cual hay que actuar con inteligencia y no dejar que el miedo gane la partida. El temor a que el año entrante no haya dinero para darse algunos "gustos" lleva a muchos a gastar como si no hubiera un mañana y a otros a abstenerse hasta de cosas realmente necesarias, por lo cual hay que buscar el punto medio. Si todos nos guardamos el dinero la economía caerá como un ladrillo dentro de un pozo y nos afectará a todos, si derrochamos podemos quedarnos sin lo esencial en poco tiempo y será más complicado que alguien nos pueda brindar ayuda. Precisamos la habilidad para distinguir las cosas importantes de las superfluas y organizar de ese modo nuestras prioridades, pagar las viejas deudas y no adquirir nuevas, hacer un sencillo presupuesto mensual, optimizar las compras y apoyarnos con familiares y amigos para adquirir productos al mayoreo de forma conjunta y así bajar costos.

En realidad no necesitamos ser expertos en finanzas para organizar nuestra billetera, solo un poco de sentido común y de dominio personal para no ceder a las tentaciones que ofrece el comercio en estas épocas serán suficientes para hacer frente de manera adecuada a la "crisis", sin necesidad de estarla nombrando y conjurando como si fuera el principio y fin de todos los males humanos. No olvidemos que mucho de esta situación se derivó del ansia desmedida de personas e instituciones por adquirir bienes y servicios sin tener los recursos que respaldaran esas adquisiciones, tenemos el deber moral de aprender la lección en cabeza ajena e impedir que nuestras familias pasen por algo similar. Además, somos nosotros, los más de 100 millones de personas que vivimos en México, más de 45 que viven en Colombia, y los ya 7000 mil que habitamos este planeta azul, quienes tenemos la posibilidad de revertir en menor o mayor medida parte de los daños de la alterada economía mundial si en lugar de criticar a los gobiernos y sus planes de rescate nos dedicamos a sanear las cuentas familiares, el orden comienza en casa.

Si bien es cierto que tenemos derecho a exigir transparencia y buen manejo de los dineros públicos por parte de nuestros gobernantes, que es necesario que actúen de forma oportuna y efectiva para impedir males mayores a la economía nacional, es indispensable preguntarnos si hemos tenido nosotros esas características en nuestro manejo personal del dinero y, entonces, sí podremos arrojar la primera piedra.

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