¿Más espinas que rosas?

El otro día estaba trabajando en mi jardín y me puse a ver con detalle un par de rosales que tengo: uno da rosas blancas y el otro rosas fucsia intenso. El primero que sembré fue el blanco, hace 6 o 7 años, y casi siempre florece, aunque desde hace un tiempo sus flores son más pequeñas. El fucsia tiene 3 o 4 años y al principio duró un año sin dar flores, era solo tallos, hojas y espinas, muchas espinas.

La verdad es que estaba bastante impaciente al ver solo espinas y nada de rosas, lo mimaba aplicando fertilizante, cortando las hojas dañadas y lo máximo que recibía a cambio eran más hojas. Llegó el momento donde decidí darle un plazo y si no daba flores lo iba a sacar del jardín y botarlo, no quería gastar más energía en una planta que no estaba cumpliendo el propósito para el que la compré: disfrutar la vista de unas hermosas rosas en mi jardín y, quizá, colocar algunas de ellas en un jarrón para decorar mi casa.

Finalmente el rosal fucsia hizo gala de lo que podía hacer y desde entonces me regala muchos botones que se convierten en enormes rosas. Mientras, el blanco saca pequeños botones sostenidos por unos débiles tallos, cada vez tiene más tallos espinosos y menos hojas y flores.




El cuidado para ambos es similar pero el resultado es muy diferente y eso me hizo pensar en lo que somos como personas, el fruto que damos. En algunas etapas de nuestra vida, por razón de inseguridades, temores, sufrimientos, problemas, pérdidas o confusión, somos incapaces de florecer y regalar la belleza que hay en nuestro interior. Es posible que las personas que se acercan a nosotros solo vean espinas, y hasta sientan pinchazos causados por nuestras palabras y actitudes, entonces algunas de ellas se impacientan y se alejan, otras nos dan advertencias de que debemos cambiar, unos pocos perseveran en tratar con nosotros porque tienen esperanza en lo que somos y podemos llegar a ser.

La convivencia humana es compleja y a veces es difícil sentir el amor y el aprecio de otros, no obstante, conviene que revisemos nuestra manera de ser, de interactuar con otras personas, quizá sin darnos cuenta nos hemos convertido en un rosal que da más espinas que rosas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿No tener hijos es un castigo de Dios?

Confrontar a la Autoridad: ¿Valor o Rebeldía?