Confrontar a la Autoridad: ¿Valor o Rebeldía?

Con frecuencia un poco alarmante veo en los noticieros que grupos y personas convocan a sus colegas o conciudadanos a asumir una actitud rebelde, de "desobediencia civil" frente a situaciones en las que se hallan inconformes y el alegato común de estos incitadores es la necesidad de "defender los derechos adquiridos". Casi siempre tales convocatorias se apoyan en arengas que reclaman justicia e igualdad, ridiculizan o critican al supuesto causante del inconformismo y buscan inflamar lo ánimos del auditorio. Bien ocuparía varios estudios el analizar cada uno de los factores antes mencionados y su influencia a nivel individual y colectivo, no obstante, hay un punto que me parece crucial en todo esto y viene a clarificar la diferencia entre rebeldía y valor (o coraje, como prefieran llamarlo), allí es donde quiero enfocarme, esto es, la comprensión de lo que es la rebeldía.

Ser rebelde va de la mano con ser desobediente, significa descartar la figura de autoridad, las normas y autonombrarse en capacidad de definir lo bueno y lo malo, lo adecuado e inadecuado; en pocas palabras significa ir en contra de lo establecido. Y no que sea negativo romper esquemas, es indispensable hacerlo para conseguir progreso e innovación, sólo que la rebeldía va en contra del bienestar humano porque postula que el fin justifica los medios y en esa línea de pensamiento alcanzar una meta, un ideal, vale de sobra sacrificar personas en las modalidades que sea necesario: emocional, intelectual, económica, espiritual y físicamente. No es difícil encontrar ejemplos de esta conducta, pues basta con mirar al interior de algunos hogares, escuelas y sitios de trabajo para descubrir personas rebeldes, que hacen lo que se les pide mientras los observan y al menor descuido critican y reprueban las órdenes y decisiones de sus autoridades, cuestionando la jerarquía establecida. Los rebeldes pocas veces confrontan a sus "opresores", casi siempre se valen del chisme y la intriga para causar malestar generalizado o llamar a otros a unirseles en una actitud displiscente y despectiva. La rebeldía es una postura que se encubre tan sutilmente que no falta ser guerrillero, terrorista, sindicalista o hippie para entrar en la categoría: el niño que decide no obedecer a sus profesores, el empleado que no acoge las órdenes de su jefe, la mujer que no respeta a su esposo, el conductor que se pasa un semáforo en rojo, todos son rebeldes, todos lo somos en alguna medida... pocos nos damos cuenta o lo admitimos.

Los jovenes son especialmente propensos a adoptar conductas rebeldes en un intento por consolidar su independencia, desafiando las normas y traspasando los límites de forma reiterada. Es clásica en los adolescentes esta forma de actuar, lo que la mayoría no entiende es que la autoridad fue colocada para un fin y muchos llegan a hacerse adultos oponiéndose solo por sentirse libres y capaces de definir su propio destino. Esta situación tiende a hacer que perdamos de vista que las autoridades fueron llamadas a obrar el bien en favor de sus subordinados, si fallan en esa labor - en forma deliberada o accidental- es a sus propios superiores a quienes debe rendir cuentas porque esa fue la labor encomendada. Y aunque la incompetencia o la omisión en el cumplimiento de su deber nos tiente a la desobediencia tenemos que pensar que nuestra tarea es obedecer, en caso contrario nos faltaría calidad moral para señalar tales omisiones por estar faltando a nuestro propio deber.


En contraparte, el valor nada tiene que ver con la rebeldía ya que se basa en la capacidad de hacer lo necesario, no porque nos guste sino porque es lo correcto, incluso si en el proceso debemos deponer preferencias y necesidades propias. Personas como Simón Bolívar, Gandhi y Martin Luther King fueron gente con coraje para enfrentar a su generación y expresar su desacuerdo con lo establecido, haciendo la diferencia para aquellos con quienes convivieron y para los que nacieron después, cambiando la forma de pensar de sociedades completas al precio de su propia vida. A los únicos que entregaron a cambio de una oportunidad de ser diferentes, de "romper el molde", fue a sí mismos. Pese a haber tenido confrontaciones con sujetos que representaban a una autoridad que ejercía un poder coercitivo y maltratador, se mantenían sujetos al respeto a la vida humana, marcando un límite claro entre los actos necesarios para cambiar una situación social y la simple desobediencia que alborota y crea el caos. Movimientos que surgen de modo espontáneo entre la población suelen basarse en el inconformismo y terminan rompiendo todos los parámetros, en un desafío abierto a las vías de entendimiento pacífico, arrojando un balance final casi siempre dado en número de heridos, muertos y detenidos, de allí que la conclusión es que a la gente que vandaliza en nombre de una causa cualquiera no se le debe considerar "valiente" sino personas alteradas por la emotividad nacida de una masa irracional y deordenada.

El valor rompe esquemas con un propósito, respetando siempre la integridad de las personas mientras que la rebeldía rompe limites, pasa por encima de la dignidad de las personas y se autojustifica en la necesidad de libertad. Así, entonces, estos conceptos no son sinónimos, más bien tienden a ser antónimos. Necesitamos mantener presente esta diferencia para que elijamos bien a quienes y a cuales manifestaciones damos nuestro apoyo ya que hoy en día hay tantos movimientos que invitan a confrontar a la autoridad.



"Donde se rebela la tripulación el barco se va a pique".
 Proverbio popular

"La rebeldía es tan grave como la adivinación y la arrogancia, como el pecado de idolatría."             1 Samuel 15:23 (NVI)


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