¿Vivo en Coherencia con lo que Creo?

En la televisión, las librerías y la radio proliferan actualmente personas que dicen llamarse "motivadores" y dan conferencias, venden CDs y libros con historias y anécdotas que muestran a la gente que la vida tiene su lado amable y todo puede ser visto con optimismo: los pobres pueden hacerse ricos, los solitarios pueden tener compañía y lo doloroso puede convertirse en una fuente de sabiduría y crecimiento. Es posible que al recibir una dosis de positivismo impartida por uno de tales motivadores la mayoría de gente salga con el pecho enchido de energía y ganas de cambiar su vida, se propone tareas y comienza a realizar cambios... temporalmente. Luego de regresar al mundo real y encontrar los obstáculos propios de una existencia humana la energía mengua y es necesario recobrar el entusiasmo, es cuando vamos a otra conferencia o compramos un nuevo libro y vuelve a iniciar el ciclo, convirtiéndose ésto en una conducta dependiente de estímulos externos que mantengan vivo el deseo de cambiar o mejorar nuestro modo de vivir.

Cambiar es un proceso, es algo que se logra un día a la vez y que debe ir de la mano con una convicción profunda que trascienda lo intelectual pues no importa cuantas veces asistamos a seminarios de motivación si aquello no pasa de ser un pensamiento a ser una conducta, mediada por la palabra y el sentimiento. Cambiar requiere entrelazar las raices de nuestras creencias con lo visible de nuestras obras, porque podemos proclamar a cuatro vientos que creemos en X o Y pero las acciones son las que dan testimonio de lo contundente de la convicción que decimos tener, es más, nuestro hacer puede contradecir totalmente lo que hablamos, como escribe Neil Anderson en uno de sus libros: "la gente puede no vivir de acuerdo a lo que profesa, pero siempre vivirá de acuerdo a lo que cree".

Ahora bien, en nuestro caso personal ¿los gritos de nuestras acciones acallan los dichos de nuestra boca? Diversas creencias e ideologías son desacreditadas no por los errores metodológicos o doctrinales que puedan tener en sí mismas sino por la incoherencia entre el decir y el hacer de quienes se dicen seguidores de ellas. ¿Acaso estamos obrando en conformidad a lo que decimos creer? Sería mejor que nuestras acciones revelaran nuestro carácter y lo que creemos sin necesidad de autoproclamarnos partidarios o seguidores.

La verdadera dicha de vivir, la fuerza para sobreponerse a los golpes y las ganas de ser mejores seres humanos surge al ver los resultados de nuestros actos, al sentir la satisfacción de los progresos discretos para los demás aunque abismales para nosotros mismos, al notar en los rostros de allegados la sorpresa y el placer de percibir una actitud diferente de nuestra parte. Personalmente creo que algunas de las "ayudas motivacionales" contienen ciertas ideas útiles, pero no debemos hacer de ellas una muleta para poder caminar por la vida, es más importante encontrar un sentido personal a esas ideas para realizarlas en la cotidianidad ya que lo que sucede a nuestro alrededor puede actuar a favor o en contra de nosotros según como nos lo tomemos, la verdadera transformación ocurre en nuestro interior - y es alli donde también nace la motivación- porque el entusiasmo por la vida es como una erupción volcánica: la fuerza que ebulle adentro se manifiesta hacia afuera.

"Asi que por sus frutos los conocerán" Mateo 7:20 (NVI)

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿No tener hijos es un castigo de Dios?

Confrontar a la Autoridad: ¿Valor o Rebeldía?

¿Más espinas que rosas?