¿Irse o Quedarse?

En la vida tenemos innumerables situaciones en las que tenemos que optar por irnos o quedarnos: una relación, una vivienda, un trabajo. Nuestra existencia es una sempiterna llegada, todos los días arribamos a algún sitio, a nuevas circunstacias, y para llegar a un lugar debimos partir de otro... también estamos dejando atrás algo o alguien.

Siempre consideré que irse es una acción difícil porque requiere tomar la decisión, prepararse y reunir la energía necesaria para partir, quizá esta percepción se alimentó porque, casi siempre, el reconocimiento recae en quien arma las maletas y se va. Quien va a la guerra, a nuevas tierras, a otro empleo, una escuela diferente, es visto como un valiente que tiene el heroísmo de explorar otros entornos, de vivir experiencias desconocidas. Parece, a simple vista, que quedarse requiere menos esfuerzo y por ello escasean las alabanzas dirigidas a quienes se quedan.

Descubrí recién que quedarse es todavía más pesado y angustioso que irse. El que se va lleva en el equipaje la tristeza de la partida pero su carga se ve aligerada por la expectativa de lo que sucederá y su añoranza se entremezcla con las ideas de lo que encuentra en su camino. Debe estar alerta para aprender y adaptarse a nuevos lugares y personas, su mente no puede sumergirse en la inercia, requiere estar muy despierto para no desviarse de la ruta y marcar en su mente las señas de la senda que recorre, por eso termina sobrellevando con mayor facilidad el rompimiento que implica partir. No así para el que se queda porque los paisajes, por familiares que sean, se llenan de vacío y la rutina se convierte en una colcha de recuerdos entrelazados con la necesidad de seguir adelante. El que se queda mira la lejanía con la ansiedad de no ver a nadie, mientras se pregunta si verá regresar por ese mismo camino a quien se fué. Las mujeres que se quedan esperando a un hijo o un novio que se fue a la guerra, los niños que esperan a un padre que está en prisión, o la madre que se queda criando a los hijos después de ser abandonada por su pareja, el viudo que pierde a su esposa... ellos necesitan coraje para quedarse. El que se queda se deshace en la huellas del que emprendió la marcha mientras que el viajero crece y se fortalece con cada paso.

He aprendido que irse y quedarse requiere dominio de sí, ímpetu y osadía. En cierto modo no tenemos opción: es necesario partir para avanzar, debemos renunciar a la comodidad de lo conocido para ir tras nuevos logros; sin embargo, también debemos aprender a sentar cabeza, a saber cuando reposar, a detener el vuelo y anidar, no podemos correr indefinidamente tras los sueños porque en algún momento debemos dormir para renovar tales sueños. En verdad la sabiduría radica en responder de modo acertado y oportunamente a la pregunta ¿debo irme o debo quedarme?

Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo Eclesiastés 3:1 (NVI)

Comentarios

  1. Quisiera tener la respuesta sencilla, la razon adecuada o el error perfecto, y determianr mi estadia o mi ausencia...pero me voy , vamonos?


    fer

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Tus opiniones y comentarios son muy valiosos, gracias por tomarte el tiempo para enriquecer la reflexión!

Entradas populares de este blog

¿No tener hijos es un castigo de Dios?

Confrontar a la Autoridad: ¿Valor o Rebeldía?

¿Más espinas que rosas?