¿Tomando Decisiones Difíciles?

Las noticias, usualmente, no llegan de repente. Casi siempre recibimos señales, indicios, para que vayamos preparándonos. Tendemos a no darnos por "notificados" cuando las novedades no se amoldan a nuestras preferencias y optamos por voltear la mirada con la intención de que las situaciones desaparezcan al ignorarlas. ¡Craso error!

Una de las cuestiones más difíciles para la mayoría de personas es tomar decisiones cuando se enfrenta a dos alternativas similares y que, sin embargo, envuelven cambios importantes si es una u otra la elección. El tiempo y esfuerzo invertido, los apegos, la comodidad de lo conocido y la resistencia al cambio influyen poderosamente en el dilema que constituye quedarse en el camino presente o cambiar la ruta. Parece que parte obligada de la toma de decisiones es enfrentarse al costo de oportunidad, concepto que viene del campo de la economía y postula que hay un valor implícito al descartar una opción (un precio que pagar) y que ese valor debe ser compensado por las bondades de la opción elegida. Cuando las ganancias en cada opción son buenas en sí mismas pero no son equiparables entre sí el dilema se agudiza. En este punto es cuando más deseos dan de evitar el conflicto interno ignorando la situación aunque, paradójicamente, es cuando más abiertos debemos tener los ojos porque requerimos elementos de juicio externos, esas señales e indicios de los que hablaba al inicio. Tengamos en cuenta que si no tomamos nuestra decisión otras personas o las circunstancias la tomarán por nosotros y no habrá lugar a quejas o reclamos porque cedimos el derecho y la oportunidad.

Jamás suceden las cosas sin que seamos advertidos, quizá las señales provengan de una persona allegada o extraña que nos brinda información clave, de una lectura o un programa de televisión, de algo que no sucede aunque parece inminente o de algo que acontece contra todo pronóstico. Parecen ser múltiples y contradictorios los mensajes y, sin embargo, a veces por tener los ojos y la mente en otro lugar, divagando, distraídos, absortos en aquello que sucede minuto a minuto pero no define de manera contundente el futuro, nos perdemos de estos avisos y nos privamos de los datos útiles que nos proporcionan para tomar esa decisión que, tarde o temprano, nos alcanzará y nos rebasará si no tenemos una elección hecha. Lo que puede darle coherencia a los bombardeos de indicios es esa voz interior, esa sensación de desasosiego que nos copa. Generalmente, cuando la inseguridad y el temor nos acechan agresivamente es más complejo escoger una alternativa, no obstante, cuando decidimos por una y esa voz se apacigua y nuestro ser entero siente que se fortalece y se "compacta" aunque sigamos inquietos por el cómo se darán las cosas sentimos paz acerca del qué va a pasar porque ya no hay miedo, algo dentro de nosotros nos dice que las cosas saldrán bien finalmente.

Si estás en el proceso de tomar una importante decisión no cierres los ojos, más bien ábrelos, también tus oídos y tu corazón... pide a Dios que te de entendimiento para identificar las señales y comprender el mensaje, para actuar en conformidad a lo que más te conviene, a aquello que es tu propósito en esta vida, para que llegues a crecer y ser todo lo que estás destinado a ser. Entrena tu oído con pequeñas decisiones para que cuando estés frente a un gran dilema puedas discernir entre las voces del mundo y la voz que te guía a alcanzar tu mayor bien: Dios.

"Dios nos habla una y otra vez, aunque no lo percibamos."
Job 33:14 (NVI)

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