¿Lealtad = Mojigateria?

El consenso público es que las situaciones de violencia que hoy afronta nuestra sociedad surge de una falta de valores que proviene desde el mismo seno familiar. Sin embargo, muchas personas hoy consideran un valor retrógrado la fidelidad, el hecho de dedicar aspectos vitales para ser compartidos en exclusiva al interior de una relación particular y esto va desde la empresa donde trabajamos hasta la pareja.

Parece extraño pero una de las cosas que las personas más suelen mencionar cuando se les pregunta sobre las cosas que consideran más reprobables es la traición, en contraparte, si se les coloca una situación hipotética que implique ser infiel casi siempre encuentran el modo de justificar la acción que podría ser visto como traición por otra persona. Es decir, cuando se trata de que nos traicionen no hay justificación pero si somos nosotros los que lo hacemos entonces sí hay una razón válida para hacerlo. Del mismo modo, si la fidelidad me conviene entonces es estimable si no gano nada con ella es mojigatería, falta de carácter, una manera de estar reprimido y sumiso.

Esa atmósfera de relativismo que de unos años para acá existe alrededor de los valores morales es la que logra sembrar confusión entre los jovenes, especialmente, pues lo que es bueno en una circunstancia es malo en otra, no hay un punto de referencia claro que les permita identificar el límite. A esto sumemos las campañas publicitarias que promueven: "no hay límites", "el límite lo pones tú", "¡Vive!", etc. donde el sujeto es juez y parte de lo que se hace aceptable o inaceptable permitiendo que la frontera se mueva a conveniencia de quien la coloca. Quizá necesitamos consultar esos viejos libros de cultura cívica que nuestros abuelos y tatarabuelos usaban en la escuela y cuyos referentes eran los que hacían un parteaguas en el entendimiento de las generaciones que se formaban bajo el criterio de ser fieles a las causas con las cuales se comprometían: un credo, una nacionalidad, institución, amistad o una relación amorosa. Ese tipo de fidelidad que va de la mano con la lealtad, una relación en que se ama y se cuestiona, en que se aplaude el logro y se señalan los puntos a mejorar, en que se ama con fortalezas y deficiencias y no a pesar de estas últimas. El limíte era claro y las señales inequívocas. Talves por esa razón en siglos pasados hubo cientos y miles de personas dispuestas a morir defendiendo los derechos a la libertad, a la independencia de un gobierno extranjero y se consolidaron países y constituciones políticas; hoy se ven algunos vestigios de aquello pero cada vez más escasea ese nivel de compromiso. Puede ser que si rescatamos estos y otros valores nuestra sociedad pueda reencaminarse, bajar sus índices de violencia y pobreza, no sólo material sino emocional, puede ser que se ilumine el futuro.

La lealtad y la fidelidad se determinan por los actos, no por los dichos y ciertamente hay que pagar un precio por mantenerse en los márgenes de tales principios, no obstante, la recompensa va más allá de lo que otros puedan hacer o decir a nuestro favor, el premio principal consiste en tener una conciencia cierta de no haber cambiado lo perdurable por lo efímero, la paz por el remordimiento, el bienestar por un puñado de billetes, una conciencia tranquila por la culpa.

Comienza por preguntarte ¿estás siendo fiel a ti mismo?

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