¿Podemos alegrarnos de nuestros errores?

Es sorprendente la facilidad con la que podemos distanciarnos de aquello que nos propusimos ser cuando estábamos pequeños, es posible que nosotros mismos nos desconociéramos si coincidieran en un mismo momento y lugar nuestro "yo" actual y el "yo" de nuestra infancia.
Las decisiones que tomamos, las elecciones que hicimos y el cómo afrontamos las circunstancias que nos rodearon en determinado instante han modelado la realidad pasada y presente, a costa de renuncias y sacrificios de uno u otro tipo llegamos a tener la vida que tenemos, la cuestión es si esta existencia tiene que ver, mucho o poco, con los valores e intereses que apreciamos en nuestros primeros años.
Quizá ni recordemos qué soñabamos en la niñez o talves no queremos voltear a ver y darnos cuenta de que traicionamos nuestra propia causa, que renunciamos a cosas que eran irrenunciables y que estamos lejos del rumbo que nos trazamos años atrás. Podríamos descubrir también que jamás tuvimos un plan sino que nos abandonamos a las decisiones de otros y a la corriente del día a día hasta ser arrastrados a un mar de conformismo. Sueños rotos y desilusiones pueden ser los productos evolucionados de expectativas y proyectos de vida que una vez entretejimos con la confianza en el futuro y en la infinidad de posibilidades que un adolescente contempla desde su atalaya de juventud.
Superado el "idealismo" de primeros años de vida resulta común distraermos con el aquí y ahora, saltando de urgencia en urgencia sin percibir lo importante; nos acostumbramos a comprar perfeccionismo y competencias inútiles, recargando nuestra cotidianidad con actividades que agotan nuestro tiempo y proliferan en vacío. No obstante, de todo este desorden de prioridades quiero pensar que algunas de esas experiencias llegan a nosotros con el único objeto de brindarnos una lección que mente y espíritu deben apropiar. Y, pese a lo que podamos pensar, casi en todos los casos el resultado de nuestras equivocaciones no podemos sopesarlo en todo su alcance sino hasta que el tiempo haya marcado huella significativa en el calendario con un principal propósito: hacer que pensemos con mayor detenimiento el efecto de nuestros actos individuales antes de ejecutarlos, porque no podemos paralizarnos en la duda de si hacer o no hacer y tampoco podemos lanzarnos despistadamente a cometer cualquier locura que se nos ocurra. Por ello necesitamos entrenar nuestro discernimiento para percibir rápido y actuar con presteza sabiendo que cada elección y cada decisión tiene consecuencias (de las cuales debemos hacernos responsables) cuyo alcance es imposible para nosotros conocer.
Con estas ideas presentes la respuesta es obvia: sí podemos alegrarnos de nuestros errores en la medida que esos fallos resulten en la prevención de nuevos y mayores daños, podemos sentirnos satisfechos de aquellas pequeñas faltas que marcaron la diferencia en una circunstancia particular que la hizo memorable, es necesario sentir al menos un poco de satisfacción cuando tomamos una decisión errada porque lo que suceda será producto de usar nuestra facultad de elegir, podemos alegrarnos si aprovechemos las equivocaciones como capital de aprendizaje propio y ejemplo para otros. Es una alegría saber que hay un valor único implícito en cada instante, en cada acción y pensamiento, podemos sentir dicha al equivocarnos porque eso nos recuerda que no debemos cargar con el peso del perfeccionismo, al fin y al cabo somos humanos y nada más...

Comentarios

  1. Muchas de las personas que conozco, somos dadas a dar un repaso mental a nuestro pasado con cierta frecuencia; lo hacemos por mil razones, o tal vez por una sola: la nostalgia del tiempo y del deseo en pasado que aun anhelamos en el presente.
    Personalemte he visto que la vida toma caminos o elecciones que se nos presentan tal vez a diario y que forjan sin darnos cuenta un presente que por momentos nos deja con la duda de:¿y como llegamos hasta aqui asi, de esta manera?
    Parece increible, pero muchos o todos coincidimos en la edad de los sueños, de los anhelos para la vida joven y adulta vista por delante: el final de la adolecencia y el principio o durante la vida universitaria. Ahora pasada la decada desde aquellos momentos miramos hacia atras pensando en el tiempo consumido, las cosas locas que hicimos o peor aun, que dejamos de hacer.
    No hay una respuesta que conforte del todo, pero suponemos que han sido elecciones propias que nos traen hasta el dia de hoy, o visto desde otra optica, a donde nos ha traido la vida. La teoria del plan maestro hace pensar que todos formamos parte de el , que la vida misma sigue esperando de nosotros como nosotros de ella el sentimiento de plenitud y satisfaccion.
    No debemos olvidar que las cosas que no agradan se quedan atras en el camino y que para nuestra fortuna, lo bello siempre se queda con nosotros. La perseverancia, el valor, el optimismo y la esperanza es algo que debemos cargar para salir a luchar cada dia y encontrar por lo menos una parte de nuestros anhelos incrustados en nuestro presente cambiante.
    Debemos seguir adelante pues los sueños siempre persisten y mientras tengamos vida hay tiempo de cumplirlos.

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