¿Por qué me pasa ésto a mi?

Esa es la pregunta más común cuando estamos pasando por situaciones difíciles, pues nos parece injusto e inaceptable estar sufriendo por una circunstancia que, casi siempre, está fuera de nuestro alcance resolver por completo y de inmediato. De antemano, sabemos que es poco probable encontrar una respuesta lógica que nos consuele, sin embargo, persistimos en la interrogante.

Creo que cuando afrontamos pruebas que nos sacan de la seguridad del mundo que hemos construido alrededor de ciertos supuestos como tener buena salud, estabilidad económica, buenas relaciones interpersonales, continuidad laboral, entre otros, nos sentimos castigados y ofendidos sin razón. Quizá ese sea el mayor problema: creer que hay una explicación coherente para cada evento en nuestra vida y que si sucede algo desafortunado o desagradable alguien debe explicarnos el por qué de aquello. 

Ante la fuerza de los hechos nuestro razonamiento debe ser maduro: hay cosas que suceden sin nuestra voluntad y nadie nos debe una explicación al respecto, Simplemente debemos hacernos a una enorme dosis de humildad y revisar si por acción u omisión abrimos espacio al inconveniente actual, identificar las alternativas de solución o mejora y actuar en concordancia. Eso es todo. Dios, el Universo o quien creas que domina lo creado no nos debe nada, ni siquiera una excusa y cuanto más pronto lo aceptemos estaremos más próximos a entender que la verdadera pregunta es: ¿para qué me sucede ésto a mi?

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿No tener hijos es un castigo de Dios?

Confrontar a la Autoridad: ¿Valor o Rebeldía?

¿Más espinas que rosas?