¿Cómo Seguir con la Vida?

Creo que a todos nos ha sucedido alguna vez que alimentamos una expectativa, una esperanza y encaminamos todos nuestros esfuerzos a materializar lo que parece ser la suma de lo deseable para nuestra vida. Después de mucha dedicación y hasta sacrificios todo lo que deseamos se vuelve realidad, disfrutamos de aquello por un tiempo y entonces nos preguntamos: ¿ahora qué?

No es asunto de que no apreciemos lo que tenemos, no es cuestión de distanciarse emocionalmente de las personas que amamos y nos aman sólo por aburrimiento, ni siquiera el deseo de aventura o novedad. Mirar alrededor y descubrir que el trecho que nos propusimos recorrer algún día ya quedó atrás y nuestra huella en él nos empuja a la duda y la confusión; tenemos cientos de caminos delante y otra vez debemos elegir una meta, medir y sobrellevar nuevos riesgos, escoger compañeros de viaje, dibujar un mapa y surtir la maleta con provisiones. ¡Qué difícil es emprender nuevas expediciones!

Casi ni queremos salir de la cama en las mañanas porque sabemos que los deberes y las interrogantes nos aguardan asomándose en el espejo del baño, poniendo esa mirada de inquietud en nuestro rostro. Parece que la fuerza de gravedad se hubiera descompensado y sentimos como si pesaramos 50 kg más. En realidad es la incertidumbre que se aloja en el corazón la que hace del despertar un acto lento, colmado de suspiros que parecen huir en busca de ayuda, un instante donde somos forasteros en el mundo de la realidad; no es una elección, hacerse cargo de las responsabilidades termina siendo un flotador, un salvavidas, porque es de lo poco no prescindible que existe.

En momentos así comprendemos completamente aquella frase que dice: "la felicidad no es un destino sino un camino" porque, cuando estamos en medio del proceso de llegar a ser o hacer, nuestra vista se enfoca en la meta inmediata, en el logro más cercano, en el quehacer de cada día... no hace falta tomar un catalejo e intentar ver el futuro, no, eso ya lo hicimos tiempo atrás. Trazar una ruta y poder consultarla en un mapa real o imaginario es lo que apacigua las preguntas en la mente: ¿qué estoy haciendo con mi vida?, ¿adónde me dirijo?, ¿para qué sirve lo que hago?. No obstante, cuando llegamos al punto cero distancia entre el destino y el lugar donde nos encontramos... uff, a veces desearíamos haber tomado un poco más de tiempo para llegar ahí. Nos damos cuenta que llegamos a la meta pero nos perdimos mucho del paisaje. Pudimos desviarnos un poco a reposar bajo la sombra de un gran árbol plantado en medio de un verde prado, escuchar el sonido del agua al bajar por un arroyo, dialogar con otros caminantes, pero no lo hicimos, ni contemplamos suficientes atardeceres y el perfume de una flor silvestre lo pasamos de largo.

No sé para otras personas qué signifique voltear al pasado y descubrir cosas así... para mí hacer esta reflexión hoy es como abrir la maleta de viaje y percatarme que la mitad de lo que llevaba allí es inútil. Por eso tenía prisa por llegar, porque deseaba dejar de cargar tanto peso y resulta que pude deshacerme desde hace mucho de todo aquello, de hecho, jamás debí cargar con tales cosas. La presión social, el perfeccionismo, el orgullo, las expectativas ajenas, la necesidad de identidad basada en parámetros puestos por otros y una noción de malentendida libertad son plomadas escondidas entre las herramientas necesarias para cualquier viaje, a saber: alimento físico y espiritual, un buen abrigo, una brújula, algo con qué encender fuego, papel y lápiz, un espejo y unos zapatos cómodos.

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