¿Y el Tiempo Robado?

Leyendo las noticias resulta imposible no pensar acerca de Pablo E. Moncayo, el soldado colombiano que fue secuestrado por las FARC hace 12 años y recién fue liberado.

Cuando este hombre tenía 19 años estaba en la filas del Ejército Nacional resguardando una zona alejada de la geografía colombiana y en uno de tantos ataques fue arrastrado a la selva en calidad de rehén de guerra. Al cabo de más de una década vuelve a ver a su familia y regresa a la urbe, en un indescriptible despertar de la pesadilla del secuestro. Ya no es el joven que un día salió de su casa, sino un hombre adulto en sus primeros 30 años, que perdió la oportunidad de hacer una vida común y corriente durante este tiempo. Muchos de nosotros pasamos entre los libros de la universidad, la familia, las amistades y los noviazgos esa etapa vital. No puedo imaginar cómo sería mi vida hoy sin las experiencias de esos años y me surge la pregunta: ¿quién le devolverá el tiempo robado a Pablo Moncayo, a su familia, a todos los secuestrados, muertos y desaparecidos que la guerrilla y el narcotráfico dejaron a lo largo y ancho de Colombia? Alguien decidió que regresaría a la libertad pero no pudo entregarle en una maleta los meses que pasaron estando en cautiverio. Regresar vivo a casa es un regalo del Cielo, algo que muchos aguardan todavía y en esa medida es ganancia pero ¿cómo evitar pensar que eso no debería ser un privilegio sino que es un derecho que debe gozar todo ser humano? Es muy distinto tomar la decisión de rezagarse de la civilización a ser mantenido por la fuerza en aislamiento del transcurrir de la vida; no fue elección de Pablo Moncayo tomar distancia de su familia y de su futuro como podía prever que fuera en aquellos días de 1997, sin embargo, el mundo siguió girando y en 2010 es alguien totalmente distinto de quien creyó que sería.

Ahora, cuando aparentemente tenemos más recursos para ayudarnos a "ahorrar" tiempo es cuando la violencia, la codicia por el dinero fácil y el temor, con todas sus nefastas consecuencias, nos están robando el tiempo de tantas maneras y a una velocidad tan grande que muchas veces ni percibimos lo que sucede hasta cuando el daño es enorme o ya es definitivamente tarde. Y cada vez nos lo arrebata con mayor agresividad, de modo que ya no se trata de quedar atrapados en el tráfico por un percance vial sino de secuestros, balaceras y bloqueos que impiden que la gente llegue a casa temprano... o simplemente que llegue. Lo más frustrante es que no existe una instancia legal adonde acudir a denunciar este tipo de robo, no hay quien persiga de oficio este tipo de crimen, porque la legislación se concentra en el cómo y no en el qué: no importa si fue un homicidio, un secuestro o una desaparición, el punto es que el tiempo fue arrebatado de las manos de un hombre o una mujer y nadie puede resarcir esa pérdida.

Este puede ser un panorama realmente desconsolador, sería realmente devastador creer que no hay alternativa, que estamos indefensos. Para mi y otras personas es reconfortante saber que hay un Dios capaz de cuidar de nosotros y que es dueño del tiempo, administrador de nuestros días. El es el Buen Pastor, de cuya mano nadie puede arrebatar a sus ovejas y es el único Juez Perfecto, el que conoce la verdadera medida de nuestra existencia. Por ello me produce paz leer en Su palabra: "Pero no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día." (2 de Pedro 3:8) y entiendo la importancia de pedir como el salmista: "Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría." (Salmo 90:12); también viene a mi memoria: "Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vengan los años en que digas: «No encuentro en ellos placer alguno»" (Eclesiastés 12:1). Aprovechemos el tesoro de nuestro tiempo, si nos lo roban o lo perdemos no podremos recuperarlo...

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