La "colombianización" de México

Por estos días he leído en algunos periódicos artículos que hablan de la "colombianización" de México y, si bien la mayoría escribe en tónica de crítica haciendo referencia a los violentos hechos de las últimas semanas ocurridos en diversas regiones de México, unos pocos amplían su visión y no se quedan en la parte sangrienta de la historia reciente de Colombia, sino que asocian una visión positiva y de mejora futura conforme se puede apreciar actualmente en casi todo el territorio colombiano.

En este contexto, con el esfuerzo de autoridades y sociedad civil, Colombia entera ha podido sobreponerse a la degradación social, económica y humana que supuso la problemática del narcotráfico. Allí tomaron el camino largo para combatir el narcotráfico y todas sus derivaciones: lavado de activos, testaferrato, burbujas económicas, juego ilegal, terrorismo, sicariato, secuestro, corrupción, descomposición social, prostitución, drogadicción y alcoholismo juvenil, entre otros. Fue necesario aceptar como país que había un problema y que había que enfrentarlo. Luego vino la capacitación y especialización de la Policía Nacional y el Ejército para atacar los delitos que surgieron y para los cuales no estaban adecuadamente formados; simultáneamente se creó un frente unido de los medios de comunicación para evitar darle eco al terrorismo psicológico. Posteriormente se debilitó el músculo financiero del crimen con legislación que iba desde la extinción de dominio (quitarle los bienes a quienes se les compruebe que los adquirieron con dineros del narcotráfico) hasta la extradición a E.U. donde hay penas como la cadena perpetua, la cual no existe en Colombia.

Todo eso comenzó hace más de 20 años, fueron tiempos difíciles y la sangre de jueces, periodistas, ministros de gobierno, precandidatos presidenciales, militares, policías, mujeres, hombres y niños fue el precio a pagar para aprender las lecciones que hoy le han permitido al país sudamericano salir del laberinto de crimen y violencia nacido del tráfico de drogas. No podemos decir que está libre absolutamente del flagelo, sin embargo, la lucha de carteles y la aflicción social ha sido superada en un alto porcentaje, lo cual ha permitido que la inversión extranjera regrese, la infraestructura siga creciendo, la economía nacional se sanee y expanda con la creación de empresas lícitas que a su vez generan empleo y, sobretodo, la paz cotidiana sea un bien generalizado, teniendo en cuenta que los delitos del fuero común siempre existen y existirán con la alteración que conllevan, aunque de menor impacto que el narcoterrorismo.

Tampoco hay que olvidar cuántas catástrofes naturales sufrió el país andino durante la misma época: por ejemplo, la avalancha generada por un deshielo del volcán nevado del Ruíz, en 1985, la cual borró definitivamente del mapa un poblado habitado por varios miles de personas llamado Armero y que hoy es un camposanto debido a la incapacidad de cuantificar el número real de víctimas y realizar el rescate de los restos de todas ellas. En memoria de esas vidas perdidas una cruz fue levantada en el lugar donde falleció Omaira Sánchez, una adolescente que se convirtió en el símbolo de esa tragedia, quien quedó atrapada en medio de lodo y escombros y murió allí después de varios días de lucha infructuosa de los rescatistas por liberarla. Una parte de la ilusión de todos los colombianos que siguieron la batalla de esta niña por salir de en medio de toda aquella devastación se apagó junto con ella el día que ya no tuvo fuerzas para mantenerse respirando en medio del frío y la humedad del inmenso mar de fango.

Colombia ha vivido grandes tragedias y los mexicanos tienen mucho que aprender de ella, ojalá capitalicen esas duras experiencias para evitar que la destrucción se repita en su propio territorio y con agravantes. Cómo sería de importante que los gobernantes del país azteca pudieran dejar a un lado su orgullo, y el mesianismo que caracteriza a muchos de ellos, para recuperar de las páginas de la historia colombiana las semillas de la restauración, del patriotismo auténtico y evitaran a sus conciudadanos pasar por el proceso de aprender a sangre y fuego enseñanzas que cualquier nacional del país cafetero puede recitar de memoria, porque son cosas que quedaron grabadas en el inconsciente colectivo tan claramente como la fecha del grito de independencia o la de la batalla que consolidó tal independencia del imperio español.

Hoy en día ciudades como Cali, Medellín y Bogotá son lugares para el turismo, la producción industrial, la educación y la cultura. Donde abundó la violencia hoy abundan las alternativas de progreso. La fuerza y los hechos para erradicar la narcoviolencia es la clase de colombianización a la que deben aspirar quienes sacan a colación la expresión, porque un significado más corto evidencia que aquellas personas se quedaron, como en la historia bíblica, convertidos en estatua de sal porque no pueden quitar sus ojos del pasado, impidiéndoles ver el futuro y, peor aún, alcanzarlo.

Así, entonces, la próxima vez que lea o escuche que alguien habla de la colombianización de México pregúntese ¿habla del pasado de muerte o del futuro de esperanza?

Romanos 5:20b (NVI)
Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia

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