¿Democratizando la Ignorancia?

Con frecuencia leo en publicaciones de diverso tipo la crítica de columnistas sobre la falta de transparencia de los políticos y las oportunidades que, por su ineficiencia o indolencia, hemos perdido como sociedad. Considero, no obstante, que como ciudadanos somos co-responsables de esas pérdidas puesto que el voto del electorado es el que coloca a esos políticos en el lugar privilegiado que ostentan y luego no se les piden cuentas ni resultados con igual contundencia. ¿Por qué? Porque la legislación, acomodada por los mismos políticos, no contempla para el ciudadano herramientas de participación que le permitan manifestar de manera legítima su inconformidad con la gestión de funcionarios e instituciones, y dicha legislación no existe porque el electorado no ha demandado con vehemencia a los candidatos que realmente pasen del discurso a las acciones democráticas.

La revocatoria del mandato, la acción popular y las candidaturas ciudadanas son instrumentos que no están contempladas en la Constitución mexicana simplemente porque ese documento se desactualizó, se convirtió en un documento pensado para la sociedad de hace un siglo y a los políticos de profesión no les conviene convocar la redacción de una nueva carta magna, ajustada a las necesidades del siglo XXI y de más de 100 millones de habitantes, ni presentar propuestas de reforma porque de la manera que actualmente se gobierna predomina la opacidad, la imposibilidad para realizar veedurías ciudadanas efectivas y para presentar alternativas políticas más cercanas a las necesidades de la población. Es decir, se democratiza la ignorancia y se monopoliza el poder.

El conocimiento es poder y sabemos que las maquinarias electorales tradicionales se nutren de la falta de conocimiento de las masas sobre temas jurídicos, macroeconómicos y de política exterior, por ello es necesario poner a su alcance dichos temas de una manera comprensible y sencilla. De este modo, y de cara a las elecciones presidenciales de 2012, convendría que los medios de comunicación que no se lucran irresponsablemente del erario ni tienen comprometida su conciencia, así como las organizaciones no gubernamentales, lanzaran una campaña de educación electoral para la población general, especialmente para las clases sociales más vulnerables, a fin de que el discurso populista no rinda los frutos de siempre y los ciudadanos puedan dimensionar mejor la importancia de votar y elegir al candidato que mejores credenciales y propuestas tenga, no al “más guapo” o al que haga las mejores promesas (imposibles de cumplir, por cierto) y regale los sandwiches más grandes.

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